Recordando a Jorge Barón Biza

Hoy en La Voz del Interior encontramos una nota bastante llamativa.

Esta gente (Eduardo Rivetto, Soledad González y Diego López) está metida en un proyecto cuyo fin es reivindicar a Jorge Barón Biza -hijo de Raúl y autor de esa novela estupenda que es "El Desierto y su semilla"-.

Desde ya aplaudimos y les tiramos la mejor onda, porque como bien dicen, la figura de Jorge siempre ha estado bajo la sombra del gran Raúl. Es una injusticia, porque los dos son grandísimos escritores.

Yo en lo personal, creo que "El Desierto y su semilla" debe leerse como la continuidad de "Todo estaba sucio"; parte del mismo universo de arte y de dolor. Jorge, inclusive, tomó algunos pasajes de la obra de su padre y -manipulándolos un poco- los incorporó a su propia creación. Y a la hora de crear, son dos titanes.

Ojalá esta iniciativa, tan positiva, perdure en el tiempo; y ojalá que nunca caigan en la boludez de creer que para ensalzar al pobre Jorge, hay que pegarle al diabólico Raúl. Digo esto porque ya se ha hecho antes cuando se habla de Jorge, y no hace más que empobrecer el debate.

Raúl siempre tuvo sus lectores, y Jorge también. Pero esto no es fútbol. No hay que buscar buenos y malos, ni sacar mártires de la galera. La sociedad recuerda a Raúl, es cierto: pero recuerda los detalles escabrosos de su vida. No recuerda ni asimila al artista. Supongo entonces que cuando se asiente, de una buena vez, la polvareda amarilla, podremos empezar a ponernos interesantes.

Por eso cada vez que hay una idea como esta, le pido a los dioses que guían la caravana de la humanidad (lo innoble y lo grotesco) que ilumine a los que la llevan a cabo. Basta de papá malo e hijito pobrecito, la cosa ya está trillada. Ni Borges, ni Poe, ni Lovecraft me gustan por haber sido buenos tipos.

La brecha de Jorge como escritor, ya está planteada; la de Raúl todavía no.

Por lo demás, qué bueno que haya gente que quiera transpirar la camiseta por Jorge como nosotros lo hacemos por Raúl. Desde acá vayan las mejores ondas para ellos. Que esta vez haya algo diferente, una vuelta de tuerca, algo que valga la pena. Lo amarillo se cuela muy fácil, ojalá se cuiden de ese feo bicho.

Y ahora sí, como diría Isidoro Cañones, cada lechón a su teta.